Las embarcaciones de recreo eléctricas existen de una forma u otra desde hace más de cien años, pero siempre se han enfrentado al mismo problema: tenían velocidad sin autonomía... o tenían autonomía sin velocidad. El galardonado innovador sueco Candela cambió todo eso cuando lanzó el primer barco eléctrico hidroala del mundo en producción en serie, el C-7, en 2019. Ese barco ha pasado a ganar un montón de premios, incluida la mayor competición del mundo para barcos eléctricos y de nuevas energías, el Monaco Energy Challenge. Ahora, Candela ha lanzado su primer barco para el mercado de masas, el C-8, que es una bestia completamente diferente: es más grande, más capaz y tiene más autonomía, y viene con una serie de características que lo hacen superior a los barcos convencionales de combustible fósil.
En muchos sentidos, el primer barco lanzado por Candela, el C-7, era su roadster y no estaba realmente pensado para la eficiencia o la producción. Así que, aunque la empresa fabricó y vendió unos 34 C-7, el 99% de sus esfuerzos se centraron en hacerlos volar. Ahora, con el casi lanzado C-8, Candela ha tomado todo lo que aprendió del C-7 y lo ha aplicado al C-8 desde un punto de vista técnico, añadiendo al mismo tiempo las comodidades que cabría esperar de un barco de recreo de gama alta.
"El C-8 es nuestra primera embarcación para el mercado de masas", explica Mikael Mahlberg, Director de Relaciones Públicas y Comunicación de Candela Speedboats. "Y en cierto sentido, también se puede decir que es la primera lancha eléctrica para el mercado de masas, porque tiene la autonomía y la velocidad necesarias para competir con las lanchas tradicionales de combustible fósil, junto con una serie de características que la hacen superior a las lanchas convencionales, como que vuela de modo que no hay estela, y que es totalmente silenciosa porque hemos desarrollado un nuevo tren motriz C-pod -y ese es un gran componente y la clave para poder hacer una lancha eléctrica de producción en serie y realmente eficiente."
Si nos fijamos en el C-7, tenía una transmisión y un motor que se compraban de fábrica y se montaban en una caja por encima de la línea de flotación, como cualquier otro fueraborda del mercado.