La construcción de sistemas de transporte urbano más sostenibles es desde hace tiempo uno de los principales objetivos de las ciudades de todo el mundo. La reducción del tráfico, el ruido y la contaminación, al tiempo que se crea una experiencia de movilidad sin fisuras, ha dado lugar a un éxito inesperado en el sector del transporte urbano: la micromovilidad.
En ciudades de todo el mundo, los habitantes aprovechan cada vez más las opciones de micromovilidad compartida, como los e-scooters, las e-bikes y las bicicletas de carga de mini-movilidad, que hacen que nuestras ciudades sean más peatonales y nos permiten desplazarnos por ellas de forma rentable y eficiente, algo muy de agradecer, ya que cada vez más ciudades crean un mayor número de zonas libres de coches y exclusivas para peatones.
Sin embargo, el auge de las nuevas opciones de micromovilidad también ha traído consigo nuevos retos. La mayoría de nosotros probablemente recuerde cuando hace unos años empezaron a aparecer en nuestras ciudades scooters eléctricos, bicicletas eléctricas de carga y otras formas de micromovilidad. Preocupaba la seguridad, tanto de los usuarios como de los peatones.